La Revolución rusa y el Gobierno soviético

Carta a los trabajadores de Europa occidental


Piotr Kropotkin

Dmitrov, Rusia,
28 de abril de 1919

Me han preguntado si no tengo ningún mensaje que dar a los trabajadores del mundo occidental. Ciertamente, hay mucho que decir y aprender de los acontecimientos actuales en Rusia. Ya que el mensaje tendría que ser extenso para abarcarlo todo, querría indicar solamente los puntos principales.

Para empezar, los trabajadores del mundo civilizado y sus amigos deberían convencer a sus gobiernos para que abandonen completamente la idea de una intervención armada en Rusia, ya sea de forma explícita o secreta. Actualmente Rusia está experimentando una revolución de igual envergadura e importancia a la que Inglaterra vivió en el periodo de 1639-1648 o Francia en 1789-1794. Toda nación debe rechazar jugar el mismo rol que desempeñaron Inglaterra, Prusia, Austria y Rusia durante la Revolución francesa.

Además, hay que tener bien presente que la Revolución rusa la cual intenta construir una sociedad en la que el trabajo productivo, la habilidad técnica y el conocimiento científico sean completamente comunal— no es un simple accidente en la lucha de los partidos enfrentados. Ha sido preparada durante un periodo de alrededor de un siglo de propaganda socialista y comunista, desde los días de Robert Owen, Saint Simon y Fourier. Y si bien el esfuerzo por introducir el nuevo sistema social a través de los medios de una dictadura de partido está condenado al fracaso, se debe reconocer que ya la revolución se ha introducido en nuestra vida cotidiana. Nuevos conceptos como los de derechos laborales, su legítimo lugar en la sociedad y los deberes de cada ciudadano; y eso permanecerá.

No sólo los trabajadores, sino todas las fuerzas progresistas en el mundo civilizado deberían poner fin al apoyo dado hasta ahora a los enemigos de la revolución. No es que en el Gobierno bolchevique no haya nada a lo que oponerse. ¡Nada de eso! Pero toda intervención armada extranjera inevitablemente fortalecerá las tendencias dictatoriales del Gobierno, y paralizará los esfuerzos de aquellos rusos que están preparados para ayudar a Rusia, independientemente del Gobierno, en el restablecimiento de sus vidas.

Los males inherentes a una dictadura de partido se han acentuado por las condiciones de la guerra en la que este partido mantiene el poder. Este estado de guerra ha sido el pretexto para el fortalecimiento de los métodos dictatoriales que centralizan el control de cada detalle de la vida en manos del gobierno, con el efecto de detener una inmensa parte de las actividades ordinarias del país. Los males inherentes al comunismo de Estado se han multiplicado por diez bajo el pretexto de que toda nuestra miseria se debe a la intervención extranjera.

Debo también señalar que si la intervención militar aliada continúa, sin duda alguna desarrollará en Rusia un amargo sentimiento hacia las naciones occidentales, un sentimiento que se utilizará algún día en futuros conflictos. Esa amargura siempre se está desarrollando.

En pocas palabras, es hora de que las naciones de Europa se relacionen directamente con la nación rusa. Y desde este punto de vista, vosotros la clase obrera y los elementos progresistas de todas las naciones debéis tener algo que decir.

Unas palabras más sobre el tema. El restablecimiento de las relaciones entre las naciones europeas y americanas y Rusia no significa la supremacía de la nación rusa sobre las nacionalidades que componían el Imperio zarista. La Rusia imperialista está muerta y no ha revivido. El futuro de las diferentes provincias radica en una gran federación. Los territorios naturales de las diferentes partes de esta federación son completamente diferentes, y aquellos que estamos familiarizados con la historia y la etnografía rusa bien lo sabemos. Todos los esfuerzos para reunir bajo un control central a las partes naturalmente separadas del Imperio ruso están predestinados al fracaso. Por tanto, es lógico que las naciones occidentales deben reconocer el derecho a la independencia de cada parte del antiguo Imperio ruso.

En mi opinión este desarrollo continuará. Veo venir una época en la que cada parte de esta federación será en sí misma una federación de comunas rurales y ciudades libres. Y creo también que algunas partes de Europa occidental pronto seguirán el mismo camino.
Respecto a nuestra situación económica y política actual, la Revolución rusa, siendo una continuación de las grandes revoluciones de Inglaterra y Francia, está intentando llegar al punto en el que la Revolución francesa se detuvo, en el momento antes de tener éxito en la creación de lo que llamaron «la igualdad de hecho», es decir, igualdad económica.

Por desgracia, este esfuerzo se ha hecho en Rusia bajo una dictadura de partido fuertemente centralizada. Este esfuerzo se hizo en la misma forma que el esfuerzo extremadamente centralizado y jacobino de Babeuf. Estoy obligado a deciros francamente que, según mi punto de vista, este esfuerzo para erigir una república comunista sobre las bases de un Estado fuertemente centralizado, este comunismo bajo la ley de hierro de la dictadura del partido está condenado al fracaso. Estamos aprendiendo en Rusia cómo no hay que introducir el comunismo, incluso con un pueblo cansado del antiguo régimen y que no opone ninguna resistencia activa a los experimentos de los nuevos gobernantes.

La idea de los soviets, es decir, de los consejos de obreros y campesinos, concebida por primera vez durante el levantamiento revolucionario en 1905, e inmediatamente realizadas por la revolución de febrero de 1917, tan pronto como el zarismo fue derrocado, la idea de esos consejos que controlan la vida económica y política del país es en sí una gran idea. Más aún, es necesario reconocer que estos consejos deben estar compuestos por todos los que toman una parte real en la producción de la riqueza nacional mediante sus propios esfuerzos.

Pero mientras el país sea gobernado por una dictadura de partido, los consejos de obreros y campesinos evidentemente pierden todo su significado. Son reducidos al papel pasivo que antes desempeñaban los «Estados Generales» cuando fueron convocados por el rey y tenían que luchar contra un todopoderoso Consejo Real.

Un consejo de los trabajadores deja de ser libre y de tener alguna utilidad cuando la libertad de prensa ya no existe, y nos encontramos en esta condición durante dos años, bajo el pretexto de que estamos en un estado de guerra. Pero todavía más. Los consejos de obreros y campesinos pierden su significado cuando las elecciones no van precedidas de una campaña electoral libre, y cuando las elecciones se llevan a cabo bajo presión por una dictadura de partido. Naturalmente, la excusa habitual es que una dictadura es inevitable con el fin de combatir el antiguo régimen. Sin embargo, un estado de cosas así es, evidentemente, un paso hacia atrás desde el momento que la revolución se ha comprometido en la construcción de una nueva sociedad a partir de una nueva base económica. Esto significa la sentencia de muerte del nuevo sistema.

Los métodos para derrocar a un debilitado gobierno son bien conocidos por la historia antigua y moderna. Sin embargo, cuando esto sucede es necesario crear nuevas formas de vivir, especialmente nuevas formas de producción y de intercambio, sin tener ejemplos a imitar; todo debe ser construido nuevamente; entonces si un gobierno se compromete a proporcionar a todos los ciudadanos de una lámpara e incluso una cerilla para encenderla, y luego no lo puede hacer ni siquiera con un número ilimitado de funcionarios, este gobierno se convierte en una molestia. Desarrolla una burocracia tan tremenda como la burocracia francesa, que requiere de cuarenta funcionarios para quitar de la carretera nacional un árbol que se ha caído por una tormenta, una burocracia insignificante en comparación con la de aquí. Esto es lo que estamos aprendiendo en Rusia. Y eso es lo que vosotros, trabajadores de Occidente deberíais evitar por todos los medios, si tenéis en vuestros corazones el éxito de una reconstrucción social real. Enviad a vuestros delegados aquí para ver qué sucede en una revolución social en la vida real.

El inmenso trabajo constructivo que requiere una revolución social no puede ser llevada a cabo por un gobierno central, incluso si éste ha tenido que guiarla en algo más profundo que un par de manuales socialistas y anarquistas. Lo que se necesita son conocimientos, las mentes y la colaboración voluntaria de una serie de fuerzas locales y especializadas que por sí solas pueden atacar la diversidad de los problemas económicos en sus aspectos locales. Para denegar esta colaboración y volcar todo hacia el genio de los dictadores del partido se destruye el centro independiente de nuestra vida, los sindicatos y las organizaciones cooperativas locales, convirtiéndolas en órganos burocráticos del partido, como sucede ahora. Esta es la vía que no debe tomar la revolución, que hace imposible su realización, y es por eso que considero que es mi deber poneros en guardia contra el empleo de tales métodos…

La última guerra ha traído nuevas condiciones de vida para todo el mundo civilizado. El socialismo sin duda hará progresos considerables, y se crearán nuevas formas de vivir más independientes basadas en la autonomía local y la libre iniciativa. Se crearán, ya sea por medios pacíficos o revolucionarios.

Pero el éxito de esta reconstrucción dependerá en gran medida de la posibilidad de cooperación directa entre los diferentes pueblos. Para lograrlo, es necesario que las clases trabajadoras de todas las naciones deban estar directamente unidas y se deba retomar la idea de una gran internacional de todos los trabajadores del mundo, pero no en la forma de una unión dirigida por un partido, como fue el caso de la Segunda y la Tercera Internacional. Estas uniones tienen, por supuesto, un montón de razones para existir, pero fuera de ellas, y uniendo a todos, debería existir una unión de todas las organizaciones de trabajadores del mundo, federadas para librar a la producción mundial de su actual sometimiento al capitalismo.

¿Qué hacer?
La revolución que hemos pasado es la suma total, no de los esfuerzos de los individuos aislados, sino de un fenómeno natural, independiente a la voluntad humana, un fenómeno natural similar a un tifón, como esos que azotan repentinamente las costas de Asia Oriental.

Miles de causas, en las que el trabajo de individuos aislados e incluso de partidos ha sido sólo un grano de arena, uno de los torbellinos locales, que han contribuido a formar el gran fenómeno natural, la gran catástrofe que de una manera u otra renovará o destruirá; o tal vez ambas cosas a la vez.

Todos nosotros preparamos este gran cambio inevitable. Pero también fue preparado por todas las revoluciones anteriores de 1793, 1848 y 1871; por todos los escritos de los jacobinos, de los socialistas; por todos los logros de la ciencia, de la industria, del arte y así sucesivamente. En pocas palabras, millones de causas naturales han contribuido a acabar de la misma manera que millones de movimientos de partículas del aire o del agua provocan una tormenta repentina que hunde cientos de barcos o destruye miles de casas; al igual que los temblores de la tierra en un terremoto son provocados por miles de pequeños temblores y los movimientos preparatorios de partículas aisladas.

En general, la gente no ve los acontecimientos de forma concreta, sólida. Piensan más en las palabras que en las representaciones claramente imaginarias, y absolutamente no tienen ninguna idea de lo que es una revolución de esas muchas millones de causas que la han llevado hasta su forma actual y por lo tanto son propensos a exagerar la importancia de su persona en el progreso de la revolución y de esa actitud que ellos, sus amigos y compañeros de ideas ocuparán en esta enorme turbulencia. Y por supuesto, son absolutamente incapaces de comprender lo impotente que es cualquier individuo, sea cual sea su inteligencia y experiencia, en este torbellino de cientos de miles de fuerzas que se han puesto en marcha por la turbulencia.

No entienden que una vez que ha comenzado como gran fenómeno natural, al igual que un terremoto o, más bien, que un tifón, los individuos aislados son impotentes para ejercer cualquier tipo de influencia en el curso de los acontecimientos. Un partido tal vez pueda hacer algo mucho menos de lo que se suele creer y en la superficie de las olas que se aproximan, su influencia puede, tal vez, ser ligeramente perceptible. Pero la suma de las pequeñas partes no forman una masa lo bastante grande, sin duda son impotentes, su poder es ciertamente nulo.

Es en esta posición en la que yo, como anarquista, me veo a mí mismo. Pero incluso partidos grandes en Rusia en el momento actual se encuentran en una posición muy similar.

Incluso iré más lejos; el partido gobernante se encuentra en esta posición. Ya no gobierna, está siendo arrastrado por la corriente que ayudó a crear, pero que ahora es mil veces más fuerte que el propio partido…

¿Qué es entonces lo que hay que hacer?
Estamos viviendo una revolución que no ha avanzado en absoluto todo lo que podría teniendo en cuenta lo que nos habíamos preparado para ello, pero sin el tiempo para prepararlo de manera suficiente. ¿Qué debemos hacer ahora? ¿Evitar que la revolución? ¡Absurdo!
Demasiado tarde. La revolución avanzará a su manera, en la dirección de la mínima resistencia, sin prestar la menor atención a nuestros esfuerzos.
En el momento actual la revolución rusa se encuentra en la siguiente posición. Está perpetrando horrores. Está arruinando todo el país. En su furia loca está aniquilando vidas humanas. Es por eso que es una revolución y no un progreso pacífico, porque está destruyendo sin mirar lo que se destruye ni hacia dónde va.

Y actualmente somos incapaces de dirigirla hacia otra dirección, hasta el punto de hacerla ir hacia su propio desarrollo. Se debe llevar hasta su propio desarrollo.
¿Y entonces? Entonces, inevitablemente vendrá una reacción. Tal es la ley de la historia, y es fácil entender por qué ésta no puede ser diferente. La gente se imagina que podemos cambiar la forma del desarrollo de una revolución. Esa es una ilusión infantil. Una revolución es una fuerza tal que su crecimiento no puede ser cambiado. Y una reacción es absolutamente inevitable, al igual que un hueco en el agua es inevitable después de cada ola, al igual que el debilitamiento es inevitable en un ser humano después de un período de ferviente actividad.

Por lo tanto lo único que podemos hacer es utilizar nuestra energía para mermar la furia y la fuerza de la reacción y contrarrestarla.
¿Pero en que podrían consistir nuestros esfuerzos?

¿En modificar las pasiones, tanto en un lado como en el otro? ¿Quién querría escucharnos? Incluso si existieran algunos habilidosos nada podrían hacer en este terreno, ya que el tiempo para su debut aún no ha llegado; ni de un lado ni del otro están todavía dispuestos a escucharlos. Hay algo que sí veo; tenemos que reunir a gente capaz de llevar a cabo una labor constructiva en todos y cada uno de los partidos después de que la revolución se haya desgastado.